Stop. Rebobinando. Replay. Pausa. Imaginate que esto es una vieja
casetera, de esas donde se puede volver atrás, volver a ver, repetir incluso en
cámara rápida con la cinta rodando vertiginosa, donde la película se sucede a
los saltos sin que uno tenga tiempo de procesar cada acto, todo a las corridas
en una chorrera de episodios con voces distorsionadas. Play. Se enrocan en
mantas ralladas ruge el mar corren por las dunas irrumpen en casa los reciben
radiantes gritos guitarras respiran ríen comen y charlan, maní recubierto
pimientos rojos huevos rúcula queso hongos parrilla, charlando
comiendo se matan de risa, racionan irracionales beben cerveza entregan la
tarde conversan relucientes, poco lúcidos rajan por la noche respiran ráfagas
de aire, basta de rabias basta, corre a la mar en la madrugada, se tira al
agua, raspa con un montón de pececitos nocturnos que se encienden fluorescentes
con el rose, ríe tormentosa truena, hay rayos, hay lluvia. Stop. La cinta está
rallada, la pantalla llueve ruidosa, se abre un gran paréntesis, un agujero
negro se traga una parte oscura y al fin. No recuerda nada. Amaneció en una
roca. Despierta dolorida con una terrible jaqueca, lejos, sintiendo que el cuerpo le habla.
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